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“Dos granjas pequeñas fijan más la población al territorio que una grande”
Tres exitosas ganaderas ponen el broche a la cuarta edición de Féminas, reivindicando más facilidades para un entorno rural que tiene más pros que contras.
La producción de leche y su transformación ha sido históricamente una actividad gestionada por mujeres, aunque normalmente propiciado por la obligada herencia familiar. Ahora que los tiempos han cambiado y el campo adolece por los efectos de la despoblación rural, el mérito lo tienen las mujeres que deciden involucrarse en él por decisión propia, e incluso emprender.
Es el caso de Tatiana Álvarez, administrativa de profesión que decidió, tras una década en la oficina, emprender con su marido en el negocio de la ganadería. Así nación Ca Mamina, dedicada a la cría de ganado de razas autóctonas asturianas, principalmente Gochu Asturcelta y Oveya Xalda, “con la que queremos mantener la cultura rural heredada de nuestros antepasados, mantener el arraigo y luchar por nuestra tradición”, explicaba. Ahora, que cuentan con 100 cabezas, su rentabilidad radica en “nuestro modelo de negocio, ya que somos productores y distribuidores directos, lo que nos permite ofrecer un producto de gran calidad”, que destinan a restauración y cliente particular. Para Tatiana, que ha vivido el pueblo desde siempre, “ha sido fácil adaptarme, aunque sería más fácil si las comunicaciones estuvieran mejor y evitáramos la pérdida de tiempo que suponen los desplazamientos”, reconocía. Argumentaba que “es fundamental que se exija formación profesional en el oficio, y que también “se muestre a los niños en los colegios las actividades relacionadas con su entorno; si se hace bien la ganadería tendrá futuro, porque puede que muchos lo acaben viendo como una salida laboral”, concluía.
Mari Cruz Fernández llegó a la industria arrastrada por su hermano, fundador de la Ganadería San Martín, y ha acabó siendo presidenta de la cooperativa del campo asturiano Campoastur; miembro activo de la Asociación de Mujeres de Cooperativas de España y vicepresidenta de Delagro, cooperativa que integra a cooperativas de Cantabria, Asturias y Galicia, cargo que ostenta actualmente. “Ahora estoy al 50% en la empresa porque estoy a nada de jubilarme, aunque me gustaría ser más joven para seguir un poco más”, decía. Más allá de lo idílico, considera que “trabajar mucho y producir la mejor calidad” son las herramientas fundamentales para lograr rentabilidad, y tiene claro que “en el sector lácteo somos superhéroes por producir la leche al precio que lo hacemos”. Considera fundamental “educar al consumidor para que se gaste en la lecha lo que gasta en otros productos como refrescos”, pero se mostraba pesimista con el futuro de la industria, “que va a ir a menos si no nos unimos la cornisa cantábrica y buscamos soluciones, sobre todo que fomenten el relevo generacional y la mano de obra”, argumentaba.
Precisamente la mano de obra es la clave más relevante para el futuro para Marta Pérez, quien trabaja “más horas de las que lo haría cualquier trabajador externo, y de momento no tengo relevo”, se lamentaba. Fundó con su marido la Ganadería Casa Flora en el pueblo de Otur, aprovechando que su familia política tenía algunas vacas, y 40 años después cuentan con más de 500 vacas y unas instalaciones dotadas de moderna tecnología. “Para nosotros es fundamental la innovación, e invertimos en soluciones de última generación como los nuevas sistemas de ordeño que van hasta las vacas cuando pastan, y nos ofrecen hasta el más pequeño detalle de su estado y el de la leche”, desvelaba. Para Marta uno de los mayores problemas es la burocracia, --“¡nos hacen guardar en papel hasta tres años de albaranes! --, y reclama a la Administración más facilidades para “aprovechar más nuestro territorio y no tener que depender tanto de los de fuera. Porque cuando una granja cierra ya no abre jamás, y el día que deje de haber vacas, Asturias dejará de ser verde”, recalcaba con rotundidad.