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“Dora, ¿preparaste la sopita?”

Carla Vidal

 

De Bolivia a Asturias las cholitas escaladoras han traído a FéminAs no sólo sus experiencias en la montaña sino también la cocina típica paceña con sus caldos y sopas.

En altura, en los asentamientos, esperaba la cocinera de montaña Dora Magueño a los alpinistas después de alcanzar la cumbre. Iban llegando todos preguntándole “Dora, ¿preparaste la sopita?”. Con hambre y necesitando entrar en calor, todos ansiaban el chairo paceño que les esperaba en el campo base. Dora era la encargada de prepararlo mientras soñaba en ser ella, algún día, la que coronara la montaña. Ese día llegó y con él la revolución de las cholitas escaladoras.

Así lo han contado Dora Magueño y su hija Ana Lía Gonzáles ante el público de FéminAs quien atendía a sus explicaciones sobre la superación de este grupo de mujeres aymaras que han logrado con sus ascensiones reivindicar el papel de la mujer, sus comunidades indígenas y la cocina de montaña. Y como no podía ser de otra manera, con ellas han traído su chairo paceño “un caldo tradicional del departamento de La Paz que se prepara para alimentar a los escaladores en los campos base”.

Dora ha sido cocinera de montaña los últimos 25 años, acompañando a su marido -guía de montaña- en las expediciones y aunque “al principio tenía miedo que a los extranjeros no les gustase la comida boliviana”, ahora se enorgullece de seguir la tradición. Con ella, a sus espaldas, suben las ollas y verduras para preparar el chairo. “El caldo se hace con zanahoria, papa, zapayo (calabaza), nabo, chuño (papa deshidratada), trigo, menta y chicharrones”, explicaba Lía mientras su madre ya hervía los ingredientes en el escenario. Productos autóctonos, que se cultivan y preparan en la misma comunidad, “ingredientes milenarios, como el chuño, que ya usaban los aymaras y los incas y que además se conservan durante mucho tiempo”.

Explicaba Lía que “no nos gusta comer de sobre, en montaña tenemos que alimentarnos bien” y por ello es tan necesario el uso de estos productos milenarios que son fáciles de transportar, de conservar y aportan nutrientes. Como el chuño, la elaboración del cual, según contaba Dora, es dura y se realiza en invierno “esperando la helada. El chuño se extiende en un patio largo y se le echa agua para que pase dos o tres noches hasta que se quede la pasta dura por la helada. Después se le quita el líquido amargo, aplastándolo para dejarlo nuevamente tres noches más a la helada para después ya secarse”. Una operación laboriosa y dura, pero “si no hacemos el chuño, la papa se echa a perder”, advertía la cocinera mientras añadía Lía que “es necesario hidratar el chuño días antes de cocinarlo”.

Seguía mientras hirviendo el chairo, ese caldo que para las cholitas es imprescindible no sólo para su alimentación en montaña –“ya que es un plato que se digiere rápido”- si no también “para conseguir una buena hidratación que nos ayuda a adaptarnos a las alturas”. “Consumimos caldos, no estamos acostumbrados a beber agua sola”, decía Lía y su madre le daba la razón: “Los bolivianos nos preparamos siempre la sopita. Primero, un plato líquido, y después un segundo seco”.

Con unas hojas de menta “para aportar más sabor” y unos chicharrones servían ya en plato de barro –“como hacemos en Bolivia”- el chairo paceño las cholitas escaladoras, unas mujeres que un día decidieron dejar de soñar para cumplir sus sueños. “Antes la cholita nunca pensaba en sí misma, sólo en la casa, el marido y los hijos. Estábamos dormidas, pero ahora ya salimos al mundo y hacemos lo que nos gusta”, explicaba la joven mientras su madre recordaba que “querer es poder y las mujeres podemos hacer muchas cosas”.

 

Fotografías de Damian Arienza.

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