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“Con la conserva optimizas energía y tiempo, y comes muy rico”

Sandra Hernández

 

De gran tradición en nuestro país, la industria conservera ha renacido con fuerza impulsada por un papel más activo de la mujer en el medio rural, que ha creado nuevas formas de hacer y vender una técnica alimentaria tan antigua como la humanidad.

Moderada por la periodista de la revista Yantar Jessica M. Puga, FéminAs ha concluido su ciclo de mesas redondas con la interesante charla entre cinco mujeres representantes de empresas conserveras que con su talento y esfuerzo están dotando de excelencia a uno de nuestros tesoros gastronómicos, tradicionalmente poco valorados.

Lo ha explicado muy bien Marisa Rodríguez, una de las cinco mujeres cooperativistas de Conservas Del Monte al Tabuyo (Luyego, León). Enfermera de profesión, emprendió hace 20 años junto a otras cuatro compañeras de la zona en un proyecto de conservas de productos del bosque, que incluye un pequeño restaurante. “Yo vengo de una familia de cocineros, y supongo que por eso pienso de forma distinta. Hacemos conservas desde que el hombre es hombre, pero no por eso tiene que ser un sector industrial y estandarizado”, defiende, y ha explicado que “en nuestro caso, llegamos hasta él por la diversificación, ya que durante la pandemia tuvimos que cerrar nuestro restaurante, pero sí pudimos enlatar algunos de nuestros platos más demandados y enviarlos a cualquier parte de España. Es una formula inmejorable de aprovechamiento y economía circular”.

En el caso de Natalia Del Águila, fundadora y coordinadora Las Delicias Del Palacio Del Deán (Villamiel, Cáceres), la maternidad fue lo que le llevó a emprender su aventura agroecológica y rural. “Me obligó a pensar en alimentos más saludables para alimentar a mi hijo”, explica, y por eso sus mermeladas y conservas vegetales son 100%, y basadas exclusivamente en fruta o verdura de su propia huerta, sin aditivos ni conservantes. Una artesanía culinaria que requiere una estudiada y costosa logística, lo que ha solventado con la creación de, lo que ella llama, un coworking rural. “He adaptado a nuestro medio un concepto tan urbanita, para lograr un obrador colectivo que facilita la producción de toda nuestra cadena, porque en la Sierra de Gata hay mucha gente trabajando en el sector primario que necesita unas instalaciones habilitadas que no siempre son accesibles”, ha descrito.

También ha rememorado sus inicios Silvia Salgado, fundadora y gerente de la conservera artesanal Angelachu (Santoña, Cantabria), nacida en 1999 para continuar con la tradición familiar que iniciaron sus abuelos en 1950. “Angelachu es el nombre de mi abuela, quien me inculcó todos los conocimientos y la pasión que requieren la elaboración de la Anchoa del Cantábrico”, ha desvelado. “Yo fui una de las primeras directivas conserveras, y al principio me sentí sola, aunque ahora el sector está más equilibrado”, afirma, y reconoce que el problema al que se enfrentan es el relevo generacional, todavía en mínimos, ya que “trabajar en la fábrica sigue siendo un oficio muy menospreciado entre la gente joven. En mi plantilla tengo 18 mujeres, y solo dos están por debajo de los 35 años. Lo que ayudaría a cambiar esta situación es que hubiera planes de formación específicos, ya que las empresas no podemos asumir la formación remunerada”.

Generación de empleo y más ayudas de la administración

En cuanto al papel de la mujer en el sector conservero, la fundadora de AsturSabor Judith Naves ha comentado que “no encontré ningún problema por ser mujer para crear la compañía, pero sí a la hora de ir a comprar el ganado, porque ahí es el hombre quien manda”, recuerda divertida. Judith es la tercera generación de una familia dedicada a la restauración, y hace ocho años fundó la compañía AsturSabor (Langreo, Asturias) con la que elabora platos cocinados de las razas autóctonas asturianas gochu asturcelta, cordero xaldu, potro asturcón, ternera asturiana de los valles, pito pinto y cabrito bermeyu, con el objetivo de convertir la empresa familiar en una marca de conservas cárnicas gourmet, proyecto por el que ha obtenido reconocimientos como el Premio de Excelencia de la Innovación de las Mujeres Rurales que ofrece el Ministerio de Agricultura. Con lo que reconoce que sí se ha topado es con la burocracia, “porque normalmente la administración considera a los artesanos como industria, y eso condiciona tanto que espanta a nuevos emprendedores”, asegura.

“En el medio rural hace falta gente”, denuncia al respecto Ana Labad, gerente y propietaria de Anchoas Hazas (Lastres, Asturias), quien junto a su marido Agustín ha devuelto al pueblo su tradición conservera. “El empresario del medio rural debe pensar a lo grande, y crear empresas de calidad que puedan dar empleo, tanto directo como indirecto, a gente que se quiere quedar, pero no tiene vena emprendedora. Cuando decidimos abrir la conservera reclutamos a mujeres que ya se habían dedicado a ello antes, pero se jubilan y necesitamos que la gente joven se quede en el pueblo. Para ello coincido en que necesitamos planes de formación como algunos de los que ya empiezan a darse en Asturias, porque la formación remunerada tarda bastante en ser rentable”.

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