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Entrevista

Natsuko Shoji: “Me gustaría despertar con mis platos la misma pasión que genera un desfile de moda”

Carla Vidal

 

Son pocas las mujeres al mando de una cocina profesional en Japón. Menos aún si son además las propietarias. Natsuko Shoji, de 32 años y al frente de su propio negocio desde los 24, ha roto esquemas y con éxito a través de su propuesta de fusión entre gastronomía y moda. Nuevos aires femeninos para el Japón imperial.

Perfección. Perfeccionismo. Seguir perfeccionando. De una u otra manera, la perfección se repite varias veces en el discurso de Natsuko Shoji. Será por su cultura japonesa, tan metódica y precisa, o será por su pasión por una belleza ideal y sin mácula; pero lo cierto es que esta joven chef trabaja en pos de esa perfección en cada una de sus elaboraciones. Creaciones que son casi piezas de diseño, obras de arte, más destinadas a ser admiradas que degustadas, pero no por ello menos sorprendentes en boca. No en vano, Shoji fue escogida el año pasado la Mejor Chef Femenina de Asia por la lista World’s 50Best.

“Mi perfeccionismo, mi obsesión por el detalle y mi visión creativa se reflejan en mi trabajo”. Así mismo lo describe la propia Natsuko, quien ha hecho de su restaurante Été (Tokyo) un verdadero lugar de peregrinaje para los amantes del mimo a la fineza. Situado en el popular barrio de Shibuya de su Tokyo natal, Été se erige como un remanso de paz entre neones estridentes y tráfico por doquier. En uno de los barrios más fashion de la capital nipona -con el permiso de Harajuku-, Été se encuentra perfectamente ubicado si tenemos en cuenta que una de sus señas de identidad es la fusión de gastronomía y moda. Alta costura. Alta gastronomía. 

“La moda es el espejo del sentir de la gente y la tendencia de la sociedad, exactamente igual que en el mundo culinario. No hay diferencia entre estos dos mundos, se trata en ambos casos de crear algo que coincida con los sentimientos de la gente”, nos cuenta Natsuko para defenderse de aquellos que puedan tachar a la simbiosis moda-gastronomía de capricho frívolo. Shoji vio el filón desde un principio elaborando creaciones únicas presentadas sobre patrones inspirados en diseños emblemáticos de la alta costura de todos los tiempos.  Además, para esta joven chef esta combinación puede ser beneficiosa para la gastronomía pues “el público de la industria de la moda y el de la restauración es diferente. Así que, combinando estos dos géneros, el mundo culinario puede llegar a un público más amplio e incluso atraer a las generaciones más jóvenes”. Claramente, Natsuko Shoji ha apostado fuerte por esta opción y su vinculación con la moda no se plasma sólo en sus creaciones, la decoración del restaurante rezuma también Haute Couture con detalles como un cartel dorado de Cartier o un porta velas diseñado por Franck Muller; pero incluso ella misma es, en sus apariciones públicas, un fiel ejemplo de estilismo. “A mi madre siempre le ha gustado el mundo de la moda, y eso me ha influenciado. De hecho, a mi también me gusta la moda”.  Una moda que Natsuko no duda es una actividad artística, “una forma de contar a la gente la visión del mundo del artista, sea diseñador o cocinero. Lo fascinante que tiene la moda es que los desfiles de las grandes marcas tienen un impacto mundial a gran escala. A mí me gustaría transmitir esa misma emoción a los comensales con mi propuesta gastronómica”.

Algo que ciertamente está consiguiendo, aunque a pequeña escala, desde los exclusivos seis únicos sitios para comensales que hay en Été, cosa que lo convierte más en una mesa privada que en un restaurante. “Alta cocina hecha a medida para cada comensal”, explica Shoji. Una cocina que deslumbra por su preciosismo y que entronca con el arte de la cocina japonesa y sus técnicas ancestrales “para mostrar al mundo la artesanía que conllevan cada uno de los ingredientes japoneses”, pero una cocina también con gran influencia de las técnicas de la cocina francesa -con la que se formó la chef-, ya que “la cocina tradicional japonesa tiene muchas restricciones y al utilizar una técnica diferente en comparación con las formas japonesas convencionales, puedo adoptar un enfoque más creativo con los ingredientes”, concluye Natsuko Shoji. 

Todo empezó con el postre

Francia y Japón entrelazándose en la cocina de Shoji como hemos visto que lo hacían previamente la moda y la gastronomía. Été, un nombre francés que no deja de tener su vínculo japonés. “Été es verano en francés. Y mi nombre, Natsuko, significa ‘niña del verano’ “. Un nombre “fácil de recordar” y que evoca la calidez de sus creaciones. 

De hecho, Été nació siendo una pequeña boutique de pastelería (algo también muy francés) que pasó a ser un restaurante de postes con un laboratorio de pasteles del que surgieron iconos como el pastel de fresas creado con el patrón Damier de Louis Vuitton, el pastel de melocotón inspirado en las costuras del bolso Matrasse de Chanel o su famosa tarta de mango. Una elaboración que le valió en 2020 el Premio al Mejor Chef Pastelero de Asia y que hizo evolucionar Été hacia el exclusivo restaurante en el que se ha convertido ahora y en el que sólo se puede solicitar una reserva después de comprar primero un pastel en Fleurs d’Été, la nueva empresa de Shoji, creada en 2021 y especializada en lujosos pasteles cubiertos con fruta de temporada. 

Y al premio al Mejor Chef Pastelero de Asia no tardó en sumarse el de Mejor Chef Femenina de Asia, concedido este pasado 2022 a Natsuko por World’s 50Best. Un premio este último que ha permitido a esta joven chef ponerse en contacto “con otras cocineras de todo el mundo, recibir consejos e intercambiar ideas a través del FAB (Consejo Asesor Femenino, un grupo de cocineras que debate sobre mejores entornos de trabajo e igualdad de género, creado por World's 50 Best). Una oportunidad que agradezco mucho, y por la que siento que ahora es mi turno de ayudar a los jóvenes talentos que luchan y persiguen su objetivo, independientemente de su sexo”, explicaba Natsuko mientras recordaba las dificultades que se encontró ella al principio de su carrera. “Cuando abrí Été no tenía ninguna credibilidad. Era joven y mujer. No conseguí ningún préstamo para abrir el restaurante, nadie quería trabajar para mí, por eso empecé con una pequeña tienda de pasteles” -rememora la actual Mejor Chef de Asia- “y sin embargo a pesar de los retos, he demostrado que siendo mujer y joven puedes también conseguir tus objetivos”. Es por ello que Shoji siente la necesidad de apoyar a las nuevas generaciones: “Me gustaría servir de inspiración, sobre todo porque hay muy pocas chefs propietarias. Un restaurante pequeño como el mío no es muy difícil de abrir. Eso dará esperanzas a las nuevas generaciones”, se ilusiona.

Chef y propietaria, creativa y soñadora, pero sin ánimos (de momento) de crecer. “Me gusta ofrecer la mejor experiencia y esa atención al detalle sólo la puedo conseguir estando ahí presente para unos pocos.  Aunque reciba otras ofertas, no las aceptaré. Además, independientemente del tamaño del restaurante, me gustaría demostrar que, si continúas esforzándote, puedes conseguir el reconocimiento mundial”, añade Shoji. Un reconocimiento que a Natsuko Shoji ya le ha llegado, pero no por ello ceja en su empeño de perseguir ese mantra que se repite a menudo a ella misma: trabajar para la perfección. Como la de una pequeña y delicada flor de verano. 

 

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